Historia de los nombres de los Senderos de Chacras


Cada vez que subíamos por los Senderos de Chacras descubríamos un cartelito nuevo con una huella para disfrutar. La primera vez fue el de la Viborita, después el Pepe, La cabras, La Colo, Mi choca Fiona y otros tantos. La lista parecía interminable, y con los años, pedaleando, aprendimos a conocer ese mapa de laberintos, esa suerte de paraíso de juegos para los que practicamos MTB. Pero la pregunta del millón era siempre la misma: ¿quién marcó los senderos?

Pensamos que se fueron haciendo  con el paso de cabras, caballos y vacas, o que en un principio fueron las huellas de los motoqueros. Aunque si fuera así, inmediatamente  surgía otra incógnita, ¿quién los bautizó? ¿quién se tomó el trabajo de ponerles el cartelito?

En una extensión de aproximadamente 5000 ha. hay 170 kilómetros de senderos que suben y bajan por los cerritos del pedemonte chacrense. Con las picadas y colectoras se suman 320 kilómetros para hacer ciclismo de montaña y running.


La historia del laberinto sin fin

Un día Carlos Morán, ciclista de nuestro grupo (el del Julito Espósito) puso en el whatsapp una foto en blanco y negro de un motociclista y escribió: “Es del año 1977, en Chile.  Es Pepe Martínez, hermano de Rubén Martínez (el que marcó y diseño la mayoría de los Senderos de Chacras)  Y cuando suben por el sendero del Pepe, es en honor a su hermano….”

Sin buscarla, encontramos la punta del hilo de la madeja. Carlos nos reunió con los hermanos Martínez y aquí va esta buena historia de una pequeña epopeya que hizo posible el entramado maravilloso de los Senderos de Chacras.


Del Frías a Chacras. “Empezamos a marcar en 2005, por entonces andábamos en el dique Frías pero  por los robos y los asaltos nos vinimos para Chacras. Aquí no había nada, solo las picadas que subían y las que cruzaban como cortafuegos y por exploraciones de YPF. Estos caminos formaban una cuadrícula pero era aburridísimo”, cuenta Rubén Martínez.

La matriz inicial

 ¿Cómo hicieron para marcar los senderos? ¿Caminando? ¿En bicicleta? ¿En moto?

Pepe revela su método: “Los animales van  y vienen de Este a Oeste y viceversa, entonces hay que identificar esa matriz inicial y empezar a limpiarla. A veces va por zonas muy difíciles de pasar y hay que estudiar variantes. Nunca sacamos plantas, vamos limpiando la huella, cortando algunas ramitas. Vamos buscando la forma de pasar sin hacer daño. Al principio es caminando y una vez que queda limpia la huella y marcada con cintas de tela como referencia, se puede usar con la bicicleta. Las cintas luego se sacan y el sendero se profundiza con el tránsito incansable de ciclistas”.



Pepe Martínez cuenta que se buscan puntos de referencia para unirlos. Su criterio ha sido que los senderos  sean transitables de ida y vuelta. “Hay que observar los claros en la vegetación para no toparse con marañas de jarillas que no se pueden atravesar”, dice. “Marcar de Este a Oeste es fácil porque los animales suben y bajan, lo difícil es unir Norte a Sur porque los animales no andan en ese sentido”.

Las Cabras: “En aquellos años, el Viejo Malo Cona (como le decíamos) con Daniel Brodecky encontraron el primer senderito pinchudo de animales que existía”, dice Rubén. Era Las Cabras, el primer sendero que se encontró y que unía desde las aguadas de los talcos donde hoy está el barrio Aguaribay hasta la Picada 2. “No había tubeless, ni nada de eso –acota Carlos Morán-, entonces era pinchar, pinchar y pinchar. Subíamos y bajábamos por Las Cabras, era la única opción”.

Cromañón: El segundo sendero fue el Cromañón 1 que luego se perdió cuando se hizo el Barrio La Magdalena. El nombre se lo ponen porque a Rubén Martínez le dicen Cromañón.

Después se empezaron a unir tramitos y continuaron con Las Cabras hasta la 3er Picada. Entonces Rubén con Víctor Saurina (ciclista que falleció en los senderos por un problema cardíaco) unieron  la Picada 3 con la Picada 10 y el sendero se bautizó como Cromañón 2, el que existe hoy para subir o bajar como alternativa a la calle.

El Pepe: En forma paralela a la limpieza de Cromañón, Pepe Martínez caminaba un nuevo sendero, el más transitado hoy por quienes se inician en la zona. “Habíamos empezado con el primer tramo del Pepe, desde donde está el Puesto hacia arriba. Era muy aburrido ir por la calle así que empezamos a unir tramos hasta que llegamos a la Tranquera. Lo hicimos en varias etapas”, relata el mismísimo Pepe.

Ma Aia y Diagonal Cabezón: El Cabezón Ponce, compañero de andanzas de Pepe, marcó un sendero y cuando le preguntaban dónde quedaba, contestaba Ma Aia (en menduco).  De ahí el nombre de este, y de la diagonal que se llama El Cabezón, en honor a Raúl Ponce.

La Colo y Mi Choca Fiona: Rubén Martínez no ha dejado afuera de su pasión por la bici ni a su mujer Alejandra Navarro (La Colo), también ciclista, ni a su perra Fiona. En homenaje a ambas, los dos senderos llevan estos graciosos nombres.

El Telegrafito: Un clásico para los que entrenan para el Trasmontaña, subir y bajarlo al menos cuatro veces. El Telegrafito  es lo más parecido al Telégrafo de Tucumán donde se corre el Trasmontaña, una de las competencias más valuadas de MTB.

El Mickey. El insólito nombre de la bajada que pone a prueba a  más de uno,  no tiene nada que ver con los juegos adrenalínicos de Disney World, sino con un muñeco Mickey que alguien rescató de la basura (eso en una época había sido un basural) y lo dejó clavado en la punta del sendero.

Sigre: En otro grupo de ciclistas de MTB, Carlos y Mónica Sigre marcaron los senderos que llevan su apellido desde las Picada 3 hasta la cascadita Cocoon (en la parte baja, al Este, del lado de la casa en alto).


¿Y por qué Cocoon?

“Porque los viejos del grupo paraban ahí a bañarse y refrescarse y parecía la pileta de Cocoon”, cuentan a las risas Carlos Morán y Rubén Martínez.

Sensei: Este sendero también  lo hizo el grupo de Carlos Sigre y le pusieron ese nombre porque a Carlos le dicen Sensei.

Dedo Pinchado: Todos nos imaginamos bajando por este sendero y pinchando los dedos de las manos por las plantas que rozan la bajada. Pero no es tan así, su nombre está vinculado a Pepe Martínez que cuando estaba marcando la senda se pinchó el dedo del pie.

Los Mosquitos: “Ese día fue muy gracioso –recuerda Rubén-  lo llevé al Víctor Saurina y los dos nos fuimos de calzas y remeras negras. Era verano, después de una tormenta y yo venía buscando el filo del cerro que termina  en un totoral.  Cuando llegamos al totoral empezamos a mover las plantas y nos salió una nube de  mosquitos a picarnos”.

La Calandria: “Se llama así –cuenta Pepe Martínez- porque estábamos marcando el camino y le digo a Raúl Ponce: ‘Cabezón ponele vos el nombre´,  y justo canta un pajarito, entonces mi hermano Rubén me pregunta: ´¿qué pájaro es el que está cantando?´, y le digo, una calandria, así que ya teníamos nombre”.

Gabriela: La mayoría sabemos que este sendero se nombró así en homenaje a Gabriela Cavero, la ciclista que fue atropellada en la Panamericana cuando volvía de una pedaleada desde Cacheuta. Rubén Martínez lo transitó y marcó en su moto, al igual que parte del Ma Aia.

La vaquita Mumuu: Pepe Martínez y Cabezón  Ponce estaban abriendo el sendero y había una vaca que mugía de una manera muy potente, persistente, como molesta, así que el nombre, una vez más, cayó por su propio peso.

Cable Pelado: Fue bautizado en honor a Mariano Colombi, que lo fue marcando y a quien apodan de esta manera.

El Puma: Lejos de ser la senda de algún felino de gran tamaño, se llama así porque cuando Pepe y Cabezón terminaron de marcarlo aparecieron con todas las remeras rasgadas por las plantas. “Parecía que nos había agarrado un Puma”, recuera Pepe.

Los Caballitos: No hace falta mucha explicación, mucho menos cuando nos cruzamos los caballos que suelen transitarlo.

Los Diquesitos: Le deben su nombre a las aguadas.

El manequí, los corchos y el banano. Durante mucho tiempo, cerca de la Picada 3, las piernas de un manequí abandonado sirvieron de referencia. Lo mismo sucedía con un montón de corchos que marcaban una intersección. Lo del banano fue una mala costumbre que con el tiempo –por suerte- erradicaron. La gracia consistía en comerse una banana y tirar las cáscaras sobre un arbusto que terminó pareciendo un banano.

Los primeros carteles de metal los hicieron los Martínez y ellos junto a muchos que colaboraron  fueron colocando en las plantas los letreritos.  La idea de ponerle nombres era tener alguna manera de referenciar cada punto, por seguridad, por si alguna vez hay que asistir a alguien. “Lo importante de tener referencias para poder disfrutar los lugares, esto es como entrar a un lugar sin ordenamiento territorial, explican.

En una segunda etapa la Municipalidad de Luján hizo nuevos letreros y tal vez se exageró la demarcación, entonces hubo quienes sacaron parte de carteles por la “contaminación visual”.

El objetivo de este enorme trabajo ha sido poder disfrutar con referencias. Los Martínez respetan que la mayoría de estas tierras son campos privados y agradecen que sus propietarios dejen transitar a ciclistas, motociclistas y runners.

Hoy Rubén junto a un grupo de rescate que involucra a gente que practica alguna de estas tres disciplinas, están subiendo todos los senderos de Chacras con sus respectivos nombres a la App  Trailforks que muestra circuitos de todo el mundo. La aplicación se puede usar de manera gratuita marcando un cuadrante de 60 x 60 km. “Con esto se tendrá la posición exacta y en caso de un problema se puede salir más fácil”, aseguran.

El crecimiento de ciclistas que transitan los senderos ha sido notable durante el último año. La pandemia impulsó a muchos a practicar deportes al aire libre. Es importante recordar algunos códigos que rescatan hombres y mujeres que se iniciaron en este deporte y hoy continúan.

La solidaridad es primordial, un valor que se ha perdido. “Antes todos nos saludábamos, nos conociéramos o no, también si veías a alguien parado le preguntaba si necesitaba algo, eran códigos”, recuerdan con la esperanza de rescatarlos del olvido.

Nota y fotos: Valeria Mendez

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